En cierta ocasión, en que se habían marchado sólo -creían- por un mes, de Argel fueron a Túnez y después (...) a Italia, luego a Grecia, a Constantinopla, a Asia Menor. El viaje duraba ya más de un año. Swann se sentía de lo más tranquilo, casi feliz. (p.392)Mientras Odette pasea por el Mediterráneo con los desagradables Verdurin, Swann se encuentra con la esposa del doctor Cottard, que le comenta que Odette seguramente lo extraña.
"Por lo demás", añadió la Sra. Cottard, "la Sra. de Crécy estaba con nosotros y con eso está dicho todo. Esté donde esté, Odette nunca puede pasar mucho tiempo sin hablar de usted. Y, como se imaginará, no precisamente mal. ¡Cómo! ¿Lo duda?", dijo, al ver un gesto escéptico de Swann.Estas palabras llenan de paz a Swann.
Y, dejándose llevar por la sinceridad de su convicción y sin atribuir, por lo demás, sentido negativo alguno a aquella palabra, sino sólo el que tiene cuando se empeña para hablar del afecto que une a unos amigos, añadió:
"Pero, ¡si lo adora! ¡Ah! ¡Creo que no se podría decir eso de usted delante de ella! ¡Cómo se pondría! A propósito de cualquier cosa -si veíamos un cuadro, por ejemplo- decía "¡Ah! Si él estuviera aquí, bien que sabría decir si es auténtico o no. Para eso no tiene igual". Y en todo momento se preguntaba: "¿Qué estará haciendo ahora mismo? ¡Si al menos trabajara un poco!" (...) E incluso hizo un comentario muy bonito. La Sra. Verdurin estaba diciéndole: "Pero ¿cómo puede ver lo que está haciendo en este momento, estando, como está, a ochocientas leguas de él?" . Entonces Odette le respondió: "Nada es imposible para los ojos de una amiga". No, se lo juro, no le digo esto para halagarlo, tiene usted en ella a una amiga de verdad, como hay pocas". (p.394-395)
La Sra. Cottard, mejor terapeuta que su marido, había injertado -junto a los sentimientos enfermizos que Swann abrigaba por Odette y para contrarrestarlos- otros -normales- de gratitut, de amistad, que volverían a Odette más humana -más parecida a las demás mujeres, porque otras mujeres podían también inspirárselos- en el alma de Swann, acelerarían su transofrmación definitiva en aquella Odette amada con afecto apacible (...) y junto a la cual Swann había vislumbrado la posibilidad de vivif feliz. (p.395)Como Alex al final de La naranja mecánica, Swann podría decir "I was cured all right". La obsesión por Odette parece haber desaparecido: Swann recuerda todo aquello que lo separaba de ella en los tiempos previos al amor, logra verla -como facilitaron las palabras de la Sra. Cottard- como una mujer más... y ni siquiera una especialmente bella.
Sigue la descripción -bastante extensa y en ese sentido inédita en la novela- de un sueño de Swann, que parece demandar una interpretación (y en ese sentido parece darle la razón a Harold Bloom cuando dice que Proust es uno de los principales competidores de Freud) y que da un paso más en la incorporación de elementos distanciadores y artificiales a la "novela" sobre Swann, a la vez que la acerca al resto del libro incorporando una referencia al abuelo del narrador.
El sueño en cierto modo termina de cambiar a Swann. La sección termina de la siguiente manera:
Pero, mientras que, una hora después, daba indicaciones al peluquero para que no se le deshiciera el peinado en el tren, volvió a pensar en su sueño, volvió a ver (...) la pálida tez de Odette, las mejillas demasiado delgadas, las facciones descompuestas, las ojeras, todo lo que (...) había dejado de notar desde los primeros tiempos de su relación, a los que seguramente, mientras dormía, había ido su memoria a buscar la sensación exacta. Y con aquella grosería intermitente que reaparecía en él (...) exclamó para sus adentros "¡Y pensar que he desperdiciado años de mi vida, he querido morir y he sentido mi mayor amor por una mujer que no me gustaba, que no era mi tipo!" (p.400)
Sin embargo, pronto se casa con ella y tiene una hija, Gilberte.
Otro punto de interés de este final es como devuelve al lector todas sus dudas con respecto a la cronología. ¿Cuánto tiempo de la vida de Swann ocuparon estos acontecimientos? ¿Cuánto duro el amor de Swann? "He desperdiciado años de mi vida", dice Swann. Nunca sabremos exactamente cuántos, por supuesto, como tampoco sabremos a qué edad del narrador sucedió el incidente del beso de la madre y la lectura de François le Champi (páginas 40-49) o el episodio de la magdalena (páginas 50-59), ni, mucho menos, el año exacto en que Swann cenó con los Verdurin por primera vez o el narrador escribió su primera página literaria. Que Proust nos recuerde esta incertidumbre al final de su novela-dentro-de-la-novela es perfectamente legible como un gesto metanarrativo.
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