lunes, 17 de diciembre de 2012

Páginas 129-138

Buscando más pretextos para facilitar su encuentro con Oriane, el narrador recuerda que los Guermantes son admiradores de Elstir:
...Algunas de las obras más características de sus diversos estilos se encontraban en provincias (...) Ahora bien, en una de aquellas revistas figuraban tres obras importantes de mi pintor preferido como pertenecientes a la Sra. de Guermantes. Así, pues, la noche en que Saint-Loup me había anunciado el viaje de su amiga a Brujas, pude soltarle sinceramente y como de improviso lo siguiente delante de sus amigos:
"Oye, ¿me permites? Última conversación sobre la señora de la que hemos hablado. ¿Recuerdas a Elstir, el pintor que conocí en Balbec?"
"Pero, hombre, naturalmente."
"¿Recuerdas mi admiración por él?"
"Muy bien y la carta que mandamos entregarle."
"Pues bien, una de las razones, no de las más importantes, sino una razón secundaria por la que desearía conocer a dicha señora, sabes, ¿verdad?, a quién me refiero."
"¡Pues claro! ¡Cuántos paréntesis!"
"Es que tiene en su casa un cuadro muy hermoso de Elstir."
"Hombre, no lo sabía yo."
"Elstir estará seguramente en Balbec en Pascua, ya sabes que ahora pasa casi todo el año en aquella costa. Me gustaría mucho haber visto ese cuadro antes de mi marcha. No sé si tienes relaciones bastante estrechas con tu tía: ¿no podrías pedirle -ensalzándome lo suficiente ante ella para que no me rechace- que me deje ir a ver el cuadro sin ti, ya que no vas a estar allí?"
"De acuerdo, respondo por ella, yo me encargo del asunto"
"Robert, cómo te quiero." (p.129)
Todavía en el cuartel de Saint-Loup, el narrador debe llamar por teléfono a su abuela, y sigue un increíble pasaje de elogio a la tecnología y a quienes la mantienen funcionando:
...Y somos como el personaje del cuento a quien una maga, tras haber epxresado él su deseo, hace aparecer, con claridad sobrenatural, a su abuela o su prometida hojeando un libro, derramando lágrimas, recogiendo flores, muy cerca del espectador y sin embargo, muy lejos, en el lugar en el que se encuentra realmente. Para que se realice ese milagro, basta con que acerquemos los labios a la tablilla mágica y llamemos -a veces durante un rato demasiado largo, lo reconozco- a las Vírgenes Vigilantes, cuya voz oímos todos los días sin conocer jamás su rostro y que son nuestros ángeles de la guarda en las tinieblas vertiginosas cuyas puertas vigilan celosamente, las Todopoderosas gracias a las cuales los ausentes surgen a nuestro lado, sin que se pueda verlos, las Danaides de lo invisible que sin cesar vacían, llenan, se transmiten las urnas de los sonidos; las irónicas Furias que, en el momento en que susurrábamos una confidencia a una amiga, con la esperanza de que nadie nos oyera, gritan crueles: "Al habla"; las sirvientes siempre irritadas por el misterio, las recelosas sacerdotisas de lo invisible, ¡las señoritas del teléfono! (p.136)

No hay comentarios:

Publicar un comentario