...una vez a solas con los Elstir, olvidé por completo la hora de la cinea; de nuevo, como en Balbec, tenía ante mí los fragmentos de ese mundo de colores desconocidos que no era sino la proyección de la forma de ver particular de aquel gran pintor y que en modo alguno se traslucía en sus palabras. Las partes de la pared cubiertas de cuadros suyos, todos homogéneos unos respecto de los otros, eran como las imágenes luminosas de una linterna mágica que hubiera sido, en el caso presente, la cabeza del artista y cuya extrañeza no se habría podido sospechar, si sólo se hubiese conocido al hombre, es decir, mientras sólo se hubiera visto la linterna cubriendo la lámpara, antes de colcoarle cristal alguno. (pp.430-431)La referencia a la "linterna mágica" es especialmente interesante porque remite a un episodio de "Combray" en el que el narrador proyecta una historia sobre las paredes de su habitación.
Pero seguimos con los cuadros de Elstir:
De entre aquellos cuadros, algunnos de los que parecían más ridículos a las personas de la alta sociedad me interesaban más que los otros, en el sentido de que recreaban esas ilusiones ópticas gracias a las cuales sabemos que, si no hiciéramos intervenir el razonamiento, no identificaríamos los objetos (...) Las superficies y los volúmenes son, en realidad, independientes de los nombres de objetos que nuestra memoria les impone cuando los hemos reconocido. Elstir intentaba arrancar de lo que acababa de sentir lo que sabía; su esfuerzo había consistido con frecuencia en disolver ese conglomerado de razonamientos que llamamos "visión". (p.431)La última frase funciona como concentración de todo lo dicho por el narrador a propósito de Elstir: las descripciones de las marinas, por ejemplo, en las que se "confunde" el paisaje del mar con el de un pueblo.
El narrador se demora demasiado entre los cuadros y llega tarde a la reunión de los Guermantes:
Mientras yo contemplaba las pinturas de Elstir, los campanillazos de los invitados que llegaban habían tintineado, ininterrumpidos, y me habían acunado suavemente, pero el silencio que los sucedió y que duraba ya mucho acabó despertándome (...) de mi ensueño (..) Temí que me hubieran olvidado, que estuviesen ya a la mesa y me dirigí aprisa al salón (...) Más tarde supe, en efecto, que me habían esperado casi tres cuartos de hora. (p.434)
No hay comentarios:
Publicar un comentario