viernes, 14 de diciembre de 2012

Páginas 109-118

Sigue la charla con Saint-Loup y sus amigos; el tema pasa a ser el asunto Dreyfus, lo cual nos da otra pista cronológica.
...Robert estaba sobre todo preocupado en aquel momento por el caso Dreyfus. Hablaba poco al respecto, porque era el único dreyfusista de su mesa; los otros eran violentamente hostiles a la revisión, exceptuado mi vecino de mesa, mi nuevo amigo, cuyas opiniones parecían bastsante fluctuantes. Mi vecino, admirador convencido del coronel, considerado un oficial notable y que había condenado la agitación contra el ejército en diversos órdenes del día por los que su jefe había dejado escapar afirmaciones de que abrigaba -se deducía- dudas sobre la culpabilidad de Dreyfus y seguía estimando a Picquart. Sobre esto último, el rumor de que el coronel fuera relativamente dreyfusista carecía, en todo caso, de fundamento, como todos los rumores de procedencia desconocida que surgen sobre cualquier asunto importante. Pues, poco después, aquel coronel, tras recibir el encargo de interrogar al antiguo jefe de la Oficina de Información, lo trató con una brutalidad y un desprecio nunca hasta entonces igualados. Fuera como fuese y aunque no se hubiera aventurado a informarse directamente con el coronel, mi vecino había tenido la cotesía para con Saint-Loup de decirle -con el tono con que una señora católica anuncia a una señora judía que su párroco censura las matanzas de judíos en Rusia y admira la generosidad de algunos israelitas- que el coronel no era un adversario fanático, estricto, del dreyfusismo -o de cierto dreyfusismo al menos- como lo habían presentado.
"No me extraña", dijo Saint-Loup, "pues es un hombre inteligente, pero, aun así, los prejuicios de cuna y sobre todo el clericalismo lo ciegan". (p.111)
La intervención de Georges Picquart, oficial del ejército francés y ministro de guerra, aportó, en 1896, evidencia sobre el verdadero culpable del delito de traición: Ferdinand Esterhazy; sin embargo, en 1900, un segundo juicio a Dreyfus también concluyó en el encarcelamiento del acusado, que sólo sería liberado en 1906. Este pasaje de la novela, entonces, podría ubicarse en los años en torno al segundo juicio.
Una buena parte de las páginas que sigue está dedicada a las especulaciones de Saint-Loup sobre estrategia militar:
...para comprender el significado de una maniobra, su fin probable, y, por consiguiente, qué otras le acompañarán o seguirán, no resulta indiferente consultar, en lugar de lo que anuncia su mando -y que puede ir destinado a engañar al adversario, a disimular un posible fracaso-, los reglamentos militares del país. Siempre es de suponer que la maniobra emprendida por un ejército es la que prescribía el reglamento en vigor en circunstancias análogas. Si, por ejemplo, el reglamento prescribe que un ataque frontal vaya acompañado de un ataque de flanco, si -en caso de que este último haya fracasado- el mando alega que carecía de vinculación con el primero y era una simple diversión, es posible que se deba buscar la verdad en el reglamento y no en las afirmaciones del mando. (...) Un campo de batalla habrá sido o no será a lo largo de los siglos el campo de una sola batalla. Si ha sido campo de batalla, es porque reunía ciertas condiciones de situación geográfica, de naturaleza geológica, de defectos incluso apropiados para molestar al adversario (...) Hay lugares predestinados, pero, una vez más, no me refería a eso, sino al tipo de batalla que se imita, a un como calco estratégico, como remedo táctico, si quieres: las batallas de Ulm, Lodi, Leipzig, Cannes. No sé si volverá a haber guerras ni entre qué pueblos, pero, si las hay, puedes estar seguro de que habrá (...) un Cannes, un Austerlitz, un Rossbach, un Waterloo... (pp.113-114)
La apelación de Saint-Loup a las "variaciones" (la idea de una serie de batallas digamos arquetípicas que se repiten, con variantes de beligerantes, escenario, contexto, etc, a lo largo de la historia militar) parecería resonar con la pauta variacional con la que está construida la novela. El narrador le responde:
"Me interesas mucho, pero dime, hay un aspecto que me inquieta. Siento que podría apasionarme por el arte militar, pero para ello sería necesario que no lo considerara diferente hasta tal punto de las otras artes, que la regla aprendida no fuera todo en él. Me dices que se calcan batallas. En efecto, me parece estético, como tú decías, ver bajo una batalla moderna otra más antigua, no puedes imaginarte lo que me gusta esa idea, pero entonces, ¿es que el genio del jefe no es nada? ¿No hace otra cosa que aplicar reglas? O bien a igualdad de ciencia, ¿hay grandes generales como hay grandes cirujanos que (...) sienten por un detallito de nada, tal vez resultado de su experiencia, pero interpretado, que en tal caso deben hacer más bien esto y en tal otro más bien aquello, en tal caso conviene más operar y en otro abstenerse?
"Pues, ¡claro que sí! Verás a Napoleón no atacar, cuando todas las reglas imponían el ataque, pero una obscura adivinación se lo desaconsejaba..." (p.116)

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