sábado, 20 de octubre de 2012

Páginas 97-106

Siguen las reflexiones del narrador sobre los movimientos en la sociedad y el antisemitismo. Se nos cuenta brevemente algún detalle de la familia de Swann, cuya tía -Lady Israels- es presentada como una de las judías "más poderosas" de París.
Por su parte, Lady Rufus Israels sabía a las mil maravillas quiénes eran esas personas que prodigaban a Swann una amistad que ella envidiaba. La familia de su marido -la equivalente, más o menos, de los Rothschild- llevaba varias generaciones administrando los negocios de los príncipes de Orléans. Lady Israels, excesivamente rica, tenía una gran influencia y la había ejercido para que ninguno de sus conocidos recibiera a Odette. (p.97)
Esta preocupación del narrador por consignar el mapa social de París es también de Swann:
Por lo demás, Swann no se contentaba con buscar en la sociedad (...) un simple goce de letrado y artista, se entregaba también a una diversión bastante vulgar: la de hacer como ramilletes sociales agrupando elementos heterogéneos, reuniendo a personas procedentes de aquí y de allá. Estas experiencias de sociología divertida -o que así parecía a Swann- no tenían en todas las amigas de su mujer (...) una repercusión idéntica. "Tengo intención de invitar al mismo tiempo a Cottard y a la duquesa de Vendôme", decía riendo a la Sra. Bontemps, con la golosa expresión de un gastrónomo que se propone hacer el experimento de substituir en una salsa los clavos de olor por pimienta de Cayena. (p.100)
Si bien Swann ha superado su obsesión, de vez en cuando se propone que continuar con sus viejas indagaciones sobre los amantes de Odette.
Aunque ya no sentía celos (...), la tarde en que había llamado en vano a la puerta del hotelito de la Rue La Pérouse habí seguido inspirándolos. Era como si los celos -en cierto modo semejantes en eso a esas enfermedades que parecen tener su sede, su fuente de contagio, más que ciertas personas en ciertos lugares, en ciertas casas- no hubieran tenido por objeto tanto la propia Odette cuanto aquel día, aquella hora del pasado perdido, en el que Swann había llamado a todas las entradas del hotelito de Odette. Eran como si aquel día y aquella hora hubiesen sido los únicos en fijar algunas últimas parcelas de la personalidad amorosa que Swann había tenido en otro tiempo y ya sólo las recuperara allí. Hacía mucho que no le preocupaba que Odette lo hubiera engañado y lo engañase aún. Y, sin embargo, tanto había persistido en él la dolorosa curioisdad de saber si aquel día, tan lejano, estaba Odette acostada, a las seis de la tarde, con Forcheville, que durante unos años había seguido buscando a antiguos sirvientes de Odette. Después aquella curiosidad misma había desaparecido sin que por ello cesaran sus investigaciones. Seguía intentando enterarse de lo que ya no le interesaba, porque su yo antiguo, alcanzada su extrema decrepitud, seguía actuando maquinalmente... (p.103)
En la época narrada en estas páginas Swann tiene una nueva amante, un nuevo "amor de Swann" del que nos enteramos muy poco, excepto que repite -también- el viejo molde:
Pero esclarecer un día los hechos de la vida de Odette (...) no había sido el único deseo de Swann; había dejado en reserva tambien el de vengarse (...); ahora bien, se había presentado la ocasión precisamente de realizar ese deseo, pues Swann amaba a otra mujer, quien no le daba motivos de celos, pero, aun así, él los sentía, porque ya no era capaz de renovar su forma de amar y aquella que había aplicado a Odette le servía también para otra (...) Y él, que, cuando sufría por Odette, había deseado tanto hacerle ver un día que estaba prendado de otra, ahora que habría podido hacerlo tomaba mil precauciones para que su mujer no sospechara aquel nuevo amor (p.105)

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