Sigue la escena en torno a la música de Chopin. El pianista aborda una polonesa, pero no logra llamar la atención de algunos de los presentes, entre ellos la princesa Des Laumes.
Tras haber concluído el preludio, el pianista, que debía interpretar dos fragmentos de Chopin, había acometido al instante una polonesa. Pero, desde que la Sra. de Gallardon había indicado a su prima la presencia de Swann, ya podía haber acudido Chopin redivivo a tocar en persona todas sus obras, que la Sra. Des Laumes no habría podido prestarle atención. Formaba parte de una de esas dos mitades del género humano en la que la curiosidad que la otra siente por las personas desconocidas queda substituida por el interés que le inspiran las conocidas. (p.352)
Poco después la princesa y Swann se encuentran.
"¡Ah! ¡Aquí está la encantadora princesa! Miren, ha venido a propósito de Guermantes para escuchar el San Francisco de Asís de Liszt y sólo ha tenido tiempo, como un hermoso alionín, de ir a picar, para ponérselas en la cabeza, unas bayitas de madroño y de majuelo; aún lleva incluso unas gotitas de rocío, un poco de la escarcha que debe de hacer gemir a la duquesa. Es muy bonito, mi querida princesa".
"¡Cómo! ¿Ha venido la princesa ex profeso de Guermantes? Pero, ¡eso es demasiado! No lo sabía, estoy confusa!, exclamó, ingenua, la Sra. de Saint-Euverte, poco habituada a las agudezas de Swann y, tras examinar el peinado de la princesa, añadió: "Pues es verdad, imita... ¿cómo diría yo?, no a las castañas, no. ¡Oh! Es una idea estupenda, pero, ¿cómo podía conocer la princesa nustro programa? Ni siquiera a mí me lo habían comunicado los músicos".
Swann, habituado -cuando estaba junto a una mujer con la que había mantenido usos galantes del lenguaje- a decir cosas delicadas que mucha gente de mundo no comprendía, no se dignó explicar a la Sra. de Saint-Euverte que se trataba de una simple metáfora. En cuanto a la princesa, rompió a reír a carcajadas, porque el ingenio de Swann era extraordinariamente apreciado en su clan y también porque no podía oír un cumplido dirigido a ella sin ver en él las gracias más refinadas y una comicidad irresistible. (p.358)
Swann y la princesa demuestran una complicidad especial, por completo alejada de la incomodidad evidente en las veladas de los Verdurin.
...Swann y la princesa tenían una misma forma de juzgar las cosas nimias, cuyo efecto -a menos que no fuese su causa- era una gran analogía en el modo de expresarse e incluso en la pronunciación. Esa semejanza no sorprendía, porque nada había más diferente que sus dos voces. Pero, si se lograba eliminar, con el pensamiento, de las palabras de Swann la sonoridad que las envolvía y los bigotes por entre los cuales salían, se advertía que eran las mismas frases, las mismas inflexiones: el estilo del clan Guermantes. Para las cosas importantes, Swann y la princesa no tenían las mismas ideas sobre nada. Pero desde que Swann estaba tan triste y sentía siempre como ese escalofrío que precede al momento en que se declara el llanto, tenía la misma necesidad de hablar de la pena que un asesino de su crimen. (p.359).
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