Finalmente Swann logra sacarle a Odette algo parecido a una confesión:
"...Dime, por tu medalla, si has hecho esas cosas alguna vez o no".
"Pero, ¡yo qué sé!", exclamó ella con cólera. "Tal vez hace mucho tiempo y sin darme cuenta de lo que hacía -dos o tres veces".
Swann había previsto todas las posibilidades. Así, cpues, la realidad es algo que no guarda relación alguna con las posibilidades, tan poca como una cuchillada -en el momento en que la recibimos- con los ligeros movimientos de las nubes por encima de nuestra cabeza, ya que aquellas palabras -"dos o tres veces"- se le grabaron como una cruz en el corazón. (p.381)
También descubre Swann que una de esas oportunidades aconteció más o menos al mismo tiempo que sus primeras citas.
Aquel segundo golpe recibido por Swann fue más atroz aún que el primero. Nunca había supeusto que fuera algo tan reciente, oculto a sus ojos, que no habían sabido descubrirlo: no era un pasado que no había conocido, sino en aquellas noches que recordaba tan bien, que había vivido con Odette, que había reído conocer tan bien y que ahora cobraban, retrospectivamente, un cariz pérfido y atroz... (p.384).
Las investigaciones de Swann pasan a concentrarse en detalles. ¿Odette estuvo alguna vez en un prostíbulo? ¿Cuándo conoció en verdad a Forcheville? ¿Las excusas que daba Odette para ausentarse a veces de las veladas de los Verdurin y salir con Swann también le habían sido ofrecidas a él para disfrazar un encuentro con Forcheville? Las respuestas -verdades o mentiras-, y las otras preguntas que proliferan a partir de esa mínima información, terminan por abrumarlo:
Junto con aquel momento -la primera noche en que habían "hecho catleyas"- ¿cuántos otros debía de haber habido, encubridores también de una mentira que Swann no había sospechado? Recordó que un día ella le había dicho: "Bastará con que diga a la Sra.Verdurin que mi vestido no estba listo, que mi cab llegó tarde: siempre hay formas de arreglarse". Muchas veces en que ella le había dicho palabras así, que explican un retraso, justifican un cabio de hora en una cita, debía de haberle ocultado también (...) algo que había de hacer con otro, a quien habría dicho: "Bastará con que diga a Swann que mi vestido no estaba listo, que mi cab llegó tarde" (p.389).
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