viernes, 26 de octubre de 2012

Páginas 157-166

Se nos cuenta en estas páginas que Bloch inició al narrador en el mundo de las "casas de citas", y que, además
...conmovió mi concepción del mundo, me brindó posibilidades nuevas de felicidad -que más adelante iban a convertirse, por lo demás, en posibilidades de sufrimiento-, al asegurarme que, al contrario de lo que yo creía en la época de mis paseos por la parte de Méséglise, las mujeres estaban siempre deseosas de entregarse al amor. (p.157)
El narrador, entonces, pasa a frecuentar una casa de citas (se menciona una prostituta llamada "Rachel", otro nombre que reaparecerá en la novela) e, incluso, a hacer "donaciones" de mobiliario a la madama. Pero algo sale mal...
Por lo demás, dejé de ir a aquella casa, porque -deseoso de manifestar mis buenos sentimientos a su regenta, necesitada de muebles- le regalé algunos -en particular, un gran canapé- que había heredado de mi tía Léonie. No los veía nunca, porque la falta de espacio había impedido a mis padres instalarlos en nuestra casa y estaban amontonados en un cobertizo. Pero, en cuanto volví a verlos en la casa en que aquellas mujeres los utilizaban, se me aparecieron todas las virtudes que se respiraban en la habitación de mi tía en Combray, ¡atormentadas por el cruel contacto al que las había yo entregado sin defensa! Si hubiera hecho violer a una muerta, yo no habría sufrido más. No volví nunca a casa de la alcahueta, pues me parecía que vivían y me supliaban, como esos objetos en apariencia inánimes de un cuento persa en los que están encerradas almas que sufren un martirio e imploran su liberación. (p.159)
La idea del objeto "de un cuento persa" ya aparece en Por el camino de Swann, precisamente en uno de sus centros, el pasaje de la magdalena, aunque ahí en lugar de invocar el mundo persa se habla de una
...creencia celta de que las almas de aquellos a los que hemos perdido están cautivas en un ser inferior -en un animal, un vegetal, una cosa inanimada-, perdidas, en efecto, para nosotros hasta el día -que para muchos nunca llega- en que pasamos por casualidad cerca del árbol y nos adueñamos del objeto que es su prisión... (Por el camino de Swann, p.52)
En cuanto al mueble regalado, resulta ser especialmente importante en la vida del narrador (y, evidentemente, para la estructura de la novela) en tanto
...como nuestra memoria no nos presenta habitualmente los recuerdos en su sucesión cronológica, sino como un reflejo en el que el orden de las partes está invertido, hasta mucho después no recordé que sobre aquel mismo canapé había sido, muchos años antes, sobre el que había conocido yo por primera vez los placeres del amor con una de mis primitas con quien no sabía dónde meterme y que me había dado el consejo, bastante peligroso, de aprovechar una hora en que mi tía Léonie estaba levantada. (A la sombra de las muchachas en flor, p.159)
Ni ese episodio ni la "primita" son mencionados anteriormente, de modo que el no presentar "los recuerdos en su sucesión cronológica" de la memoria es reproducido en la novela; la primera experiencia sexual relatada, de hecho, es con Gilberte, en los Campos Elíseos (página 72).
Más adelante el narrador se apresta a "trabajar", posiblemente en una obra literaria (ya que ha rechazado la carrera de diplomático), pero no encuentra la voluntad para hacerlo.
Si hubiera estado menos decidido a dedicarme definitivamente al trabajo, tal vez habría hecho un esfuerzo para comenzar en seguida. Pero, como mi resolución era irrevocable y antes de veinticuatro horas, se realizarían fácilmente mis buenas disposiciones en los marcos vacíos del día de mañana, en el que tan bien se situaba todo, porque aún no me encontraba en él, más valía no elegir una noche en que me contraba dispuesto para un comienzo al que los días siguientes no iban -¡ay!- a mostrarse más propicios. Pero yo era razonable. Por parte de quien había esperado años habría sido pueril no soportar un retraso de tres días. Seguro de que pasado mañana ya habría escrito algunas páginas... (p.161)
Por esos días el narrador visita a Gilberte, quien tenía planes para salir. Odette la obliga a quedarse, y así da comienzo el alejamiento entre los dos:
Al final, al no ver producirse en Gilberte el cambio afortunado que llevaba varias horas esperando, le dije que era una antipática: "Tú sí que lo eres", me respondió. "¡Ya lo creo que sí!" Me pregunté qué había hecho yo y, como no lo descubrí, se lo pregunté a ella. "Naturalmente, ¡te crees simpático!", me dijo, al tiempo que se reía largo rato. Entonces sentí el dolor que entrañaba para mí no poder alcanzar aquel otro plano, más inasible, de su pensamiento, descrito por su sonrisa. Aquella risa parecía significar: "No, no, yo no me dejo engañar por todo lo que me dices, sé que estás loco por mí, pero eso ni me va ni me viene, pues me tienes sin cuidado".Pero yo me decía que la risa no es, al fin y al cabo, un lenguaje lo bastante determinado para que pudiera estar seguro de comprender bien la suya. (pp.165-166)


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