Cuando la Sra.Swann ha´bia vuelto con sus visitas, seguíamos oyéndola hablar y reir, pues, aun estando ante dos personas y como si hubiera tenido que dirigirse a todos los "compañeros", elevaba la voz, lanzaba las palabras, como tantas veces había oído hacer -en el pequeño clan- a la "Señora", en los momentos en que ésta "dirigía la conversación". Como las expresiones que acabamos de tomar prestadas de los demás son las que -al menos por un tiempo- más nos gusta emplear, la Sra.Swann elegía ora las que había tomado de personas distinguidas que su marido no había podido por menos de presentrle... (p.89)"Un amor de Swann" sigue proyectándose sobre la novela, y los acontecimientos del momento narrado parecen reproducir, calcar ese modelo. El amor de Swann por Odette, el amor del narrador por Gilberte.
De paso, en la página 91 aparece la primera mención a Albertine -y, por el hecho de que Gilberte la conociera, un punto de partida a muchas paranoias futuras:
"Es el tío de una niña que iba a mi colegio [dice Gilberte], en un curso muy inferior al mío: la famosa "Albertine". Seguro que llegará a ser muy fast, pero de momento tiene una pinta muy rara,"Es maravilloso que la primera aparición del personaje sea bajo la mirada de Gilberta, su antecedente en la historia de los amores del narrador: la "famosa" Albertine, señala, dejando a la imaginación del lector a qué podrá deberse esa fama. Más adelante en la novela el narrador especula con uno de los temas que lo obesionan: el lesbianismo. Recordemos las dudas de Swann al respecto de Odette con otras mujeres (páginas 380-389) y, tambíen, la escena de la hija de Vinteuil con su novia (páginas 170-179).
"Mi hija es asombrosa: conoce a todo el mundo"
Estas páginas incluyen también la primera mención al caso Dreyfus:
Esas nuevas disposiciones del caleidoscopio son producidas por lo que un filósofo llamaría un cambio de criterio. El caso Dreyfus ocasionó otro, en una época un poco posterior a aquella en la que yo empezaba a ir a casa de la Sra.Swann, y el caleidoscopio invirtió una vez más sus pequeños rombos de colores. Todo lo judío pasó abajo, incluida la señora elegante, y obscuros nacionalistas subieron a ocupar su lugar. El salón más brillante de París fue el de un príncipe austríaco y ultracatólico. En cuanto al lugar del caso Dreyfus, si hubiera sobrevenido una guerra con Alemania, la vuelta del caleidoscopio se habría producido en otro sentido. Como los judíos habían demostrado -para aosmbro general- ser patriotas, habrían conservado su situación y nadie habría querido ya ir -ni confesar haber ido jamás- a casa del príncipe austríaco. Ello no impide que, siempre que la sociedad está momentáneamente inmóvil, quienes viven en ella se imaginen que no habrá otro cambio, del mimo modo que, por haber visto la aparición del teléfono, no quieren creer en el aeroplano (p.96).Lo de "una época un poco posterior" confirma que los sucesos narrados en la primera parte de A la sombra de las muchachas en flor deben suceder en la primera mitad de la última década del siglo XIX.
No hay comentarios:
Publicar un comentario