lunes, 22 de octubre de 2012

Páginas 107-116

Sigue el relato de las visitas del narrador a la casa de los Swann. Un día, Odette toca al piano la sonata de Vinteuil.
...Pero con frecuencia -si se trata de una música un poco compilcada que escuchamos por primera vez- no oímos nada. Y, sin embargo, cuando más adelante me tocaron dos o tres veces dicha sonata, resultó que la conocía perfectamente. Por eso, no deja de ser apropiado que digamos "oir por primera vez". Si de verdad no hubiésemos distinguido nada -como creíamos- en la primera audición, la segunda y la tercera serían en la misma medida primeras y no habría razón para que comprendiésemos algo más en la décima. Probablemente lo que falta la pimera vez no es la comprensión, sino la memoria. (p.109)
Más adelante el narrador reflexiona sobre la relación entre ciertas obras especialmente complejas o difíciles y el público:
La causa de que una obra genial difícilmente sea admirada en seguida es la de que quien la ha escrito es singular y pocos se le parecen. Su obra misma, al fecundar las pocas mentes capaces de comprenderla, es la que los hará crecer y multiplicarse. Fueron los cuartetos de Beethoven -XII, XIII, XIV y XV- los que tardaron cincuenta años engendran, en engrosar, su público, con lo que lograron, como todas las obras maestras, un progreso -ya que no en el valor de los artistas- al menos en la sociedad espiritual, hoy compuesta en gran medida de lo que resultaba inencontrable cuando aparecio la obra, es decir, personas capaces de apreciarla. (p.111)
Evidentemente aquí operan muchos procesos lógicos o conceptuales. Por un lado, se propone a la sonata de Vinteuil al mismo nivel de dificultad que una obra que el lector -idealmente, claro- conoce y a la que atribuye el atributo de dificil y compleja. Y desafiante, y quizá "adelantada a su tiempo". Además, en otro plano de significado, se propone la idea de que las obras "crean" a su público. Del mismo modo, entonces, asumimos que Vinteuil ha creado -y "engrosado"- al público capaz de disfrutar su sonata, al que se suman Swann y, con el tiempo, el narrador.
Después nos enteramos de cómo opera la sensibilidad de Swann en relación a la sonata.
"¿Verdad que es hermosa esta sonata de Vinteuil?", me dijo Swann. "El momento en que está obscuro bajo los árboles, en que los arpegios del violín hacen caer el fresco. hay que reconocer que es muy bonito; encarna todo el estatismo de la luz de la luna, que es lo esencial (...) Eso es lo que está tan bien representado en esa frasecita: el Bois de Boulogne presa de la catalepsia. Al borde del mar resulta aún más impresionante, porque se oyen muy bien las débiles respuestas de las olas: naturalmente, puesto que todo lo demás permanece inmóvil (...) Pero la frasecita de Vinteuil -y, por lo demás, en toda la sonata- no es así: ocurre en el Bois..." (p.113)
Parecería que Swann no distingue la música (en abstracto, digamos) de las impresiones que provoca en su sensibilidad, en su imaginación, y establece que la sonata es esa serie de impresiones, hasta el punto que hace un juicio relativo al artesanado de Vinteuil: "eso es lo que está tan bien representado", dice. Hay, entonces, una apelación a una escala de logro, de buena o mala factura, y lo que se mide es la calidad de la representación. Hay -según Swann- una realidad externa a la sonata y ésta la representa. Una realidad, evidentemente, sólo presente en la mente de Swann, quien cuesta creer que sea tan ingenuo como para creer que pueda existir en otra parte y que Vinteuil la haya efectivamente representado en su música. Está claro que en esa referencia al Bois de Boulogne Swann, quizá sin darse cuenta, está volcando sus vivencias, sus experiencias, que establecen el puente entre la sonata y Odette, entre la sonata y aquellos días de su vida.
El narrador repara en esta manera de sentir de Swann, y dice:
Pero por otras afirmaciones de Swann comprendí que los follajes nocturnos eran simplemente aquellos bajo cuya espesura había oído muchas veces (...) la frasecita. En lugar del sentido profundo que en tantas ocasiones le había pedido, lo que evocaba Swann eran aquellos follajes ordenados, enroscados, pintados en torno a ella. (p.113)
Parecería operar aquí otra desilusión: la sensibilidad de Swann no era tan exquisita como el narrador había pensado.

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