viernes, 21 de septiembre de 2012

Páginas 250-259

Sigue la descripción de la rutina en los primeros días de la relación entre Swann y Odette; la narración aquí se asemeja bastante a la de "Combray", en tanto el uso del pretérito imperfecto y las imprecisiones cronológicas dan esa sensación de "nebulosa" relativa al momento, que, sabemos, es anterior al nacimiento del narrador.A medida que se conocen un poco más, Swann detecta elementos de la personalidad de Odette que le desagradan, desde su mal gusto musical hasta sus ideas sobre la elegancia y la aristocracia. El narrador aprovecha para reflexionar sobre la recepción de las obras de arte y de la institución arte.
Y en aquellos momentos el placer que le daba la música y que no iba a tardar en crear en él una autentica necesidad, se parecía, en efecto, al que habría sentido al percibir perfumes, al entrar en contacto con un mundo para el que no estamos hechos, que nos parece sin forma, porque nuestros ojos no lo perciben, y sin significado, porque escapa a nuestra inteligencia y lo alcanzamos con un sólo sentido. Para Swann -cuyos ojos, aunque delicados gustadores de pintura, y cuyo entendimiento, aunque fino observador de las costumbres, llevaban para siempre la marca indeleble de la aridez de su vida-, era gran reposo, misteriosa renovación, sentirse transformado en un ser ajeno a la humanidad, ciego, desprovisto de facultades lógicas, casi un fantástico unicornio, un ser quimérico que sólo percibía el mundo por el oído. Y, como en la frasecita [de la sonata de Vinteuil] buscaba, sin embargo, un sentido hasta el que su inteligencia no podía descender, experimentaba una extraña embriaguez al despojar su alma más recóndita de todos los auxilios del razonamiento y hacerla pasar sola por el pasadizo, por el filtro obscuro, del sonido. Empezaba a darse cuenta de todo el dolor -y tal vez la insatisfacción secreta incluso- que encerraba la dulzura de aquella frase, pero no por ello sufría. (p.252)
Y en cuanto a Odette:
Se daba perfecta cuenta [Swann] de que ella no era inteligente. Al decirle que le gustaría tanto que le hablara de los grandes poetas, se había imaginado que iba a conocer en seguida composiciones heroicas y novelescas del tipo de las del vizconde de Borelli, pero aún más conmovedoras. En cuanto  a Vermeer de Delft, le preguntó si había sufrido por una mujer, si era una mujer la que le había inspirado y, después de que Swann le confesara que nada se sabía al respecto, se había desinteresado de ese pintor. (p.254).
Parte del "reflejo" de Swann y su amor por Odette en los posteriores capítulos de la novela aparece en las escenas en que asistimos a la "instrucción" de Albertina, la educación artística que le imparte el narrador.



No hay comentarios:

Publicar un comentario