El Sr. y la Sra. Verdurin hicieron montar con elos a Forcheville y el coche de Swann se situó tras el de ellos, cuya marcha esperaba para hacer montar a Odette en el suyo.Swann, por supuesto, ya detesta a los Verdurin.
"Odette, venga con nosotros", dijo la Sr.a Verdurin, "que tenemos un sitio para usted junto al Sr. de Forcheville".
"Sí, señora", respondió Odette.
"¡Cómo! Pero creía que iba a acompañarla yo!", exclamó Swann, pronunciando sin disimulo las palabras necesarias, pues la portezuela estaba abierta, era cuestión de segundos y, en el estado en que se encontraba, no podía volver a casa sin ella.
"Pero es que la Sra. Verdurin me ha pedido..."
"Pero, hombre, bien que puede usted volver solo, que ya se la hemos dejado muchas veces", dijo la Sra.Verdurin.
"Pero es que tenía que decirle una cosa importante".
"Bueno, pues dígasela por carta..."
"Adiós", le dijo Odette, al tiempo que le tendía la mano.
Él intentó sonreír, pero tenía expresión aterrada.
"¿Has visto los modales que se permite ahora Swann con nosotros?", dijo la Sra. Verdurin a su marido, una vez en su casa. "Parecía que iba a comerme, porque traíamos a Odette en nuestro coche. ¡Hay que ver qué impertinencia! ¡Ya sólo le falta decir que regenteamos una casa de citas!" (p.301)
Estas últimas palabras las pronuncia Swann hablando solo y caminando por las calles de París. La escena es dolorosamente patética.Ya veía al pianista dispuesto para tocar la sonata Claro de luna y que los semblantes de la Sra.Verdurin, espantada ante el dolor que la música de Beethoven iba a causar en sus nervios: "¡Idiota, mentirosa!", exclamó, "¡Y ésa se cree que ama el arte!" (p.303)
Finalmente, Cottard pregunta a los Verdurin qué pasa que Swann no asiste más a las veladas.
"Pero, ¿es que no vamos a ver al Sr.Swann esta noche? Es lo que se dice un amigo íntimo del..."Aqui aparece el primer salto de sección en "Un amor de Swann"; dos líneas en blanco y luego la narración detalla la manera en que Swann y Odette se encuentran ya prescindiendo de las cenas de los Verdurin.
"¡Espero que no!", exclamó la Sra.Verdurin. "Dios nos libre: es un pelma, un imbécil y un mal educado".
Ante aquellas palabras, Cottard manifestó al mismo tiempo su asombro y su sumisión, como ante una verdad contraria a todo lo que había creído hasta entonces, pero de una evidencia irresistible (...) Y en casa de los Verdurin no se volvió a hablar de Swann. (p.305)
No hay comentarios:
Publicar un comentario