Nos enteramos aquí de que Swann tiene una amante, una "obrerilla":
Y, por otra parte, como apreciaba infinitamente más que la de Odette la belleza de una obrerilla, lozana y llenita como una rosa y de la que estaba prendado, prefería pasar el comienzo de la velada con ella, pues estaba seguro de ver después a Odette. Por las mismas razones no aceptaba nunca que Odette fuera a buscarlo para ir a casa de los Verdurin. La obrerilla lo esperaba cerca de su casa en una esquina que su cochero Rémi conocía, montaba junto a Swann y permanecía en sus brazos hasta el momento en que el coche se detenía ante la casa de los Verdurin. (p.232)
Sigue una descripción de la casa de Odette y de la rutina de las visitas que le hace Swann (en las que, entendemos, no llegan a una intimidad física). Una de las imágenes de Odette que encontramos aquí, como cabe esperar desde Swann, es una referencia a la historia del arte, a la "figura de Séfora, la hija de Jetro, y en un fresco de la Capilla Sixtina", pintada por Botticelli (p.237).
La contemplaba: un fragmento del fresco aparecía en su rostro y en su cuerpo, que en adelante -ya estuviera con Odette o simplemente pensara en ella- intentó siempre recobrar en aquél, y, aunque sólo apreciara la obra maestra florentina porque volvía a verla en ella, ese parecido le confería, sin embargo, cierta belleza también, la volvía más preciosa (...) Colocó sobre su mesa de trabajo, cual fotografía de Odette, una reproducción de la hija de Jetro. Admiraba sus grandes ojos, su delicado rostro, que dejaba adivinar una piel imperfecta, los maravillosos rizos que le caían por sus fatigadas mejillas, y, adaptando lo que hasta entonces le parecía hermoso de forma estética a la idea de una mujer viva, lo transformaba en méritos físicos por fortuna reunidos en una persona a quien podría poseer. (pp.238-239).
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