"Vamos, Gilberte, ven. ¿Qué haces?", gritó con voz aguda y autoritaria una señora vestida de blanco a la que yo no había visto y a cierta distancia de la cual un señor con traje de dril a quien yo no conocía clavaba en mí unos ojos que se le salían de las órbitas (...). Así pasó cerca de mí aquel nombre de Gilberte, ofrecido como un talismán que tal vez me permitiera volver a encontrar un día a aquella a la que acababa de convertir en una perona y que, un instante antes, no era sino una imagen incierta (p.152).
Después descubrimos que la mujer de blanco es Odette, esposa de Swann, y que el hombre con el que paseaba es el Barón de Charlus; ambos personajes tendrán un papel importantísimo a lo largo de la novela, al igual que Gilberte.
Más adelante vuelve a aparecer el señor Vinteuil, ahora tema recurrente en el chusmerío de Combray debido a la relación aparentemente lésbica de su hija con una muchacha:
Para quienes como nosotros vieron en aquella época al Sr.Vinteuil evitar a las personas que conocía, desviarse cuando las divisaba, envejecer en unos meses, consumirse en su pena, quedar incapacitado para cualquier esfuerzo que no tuviera como objetivo directo la felicidad de su hija, pasar días enteros ante la tumba de su mujer, habría resultado difícil no comprender que estaba muriéndose de pena y suponer que no se daba cuenta de las cosas que se decían . Las conocía, quizá les diera crédito incluso. Tal vez no haya persona, por grande que sea su virtud, a la que la complejidad de las circunstancias no pueda hacer vivir un día familiarizada con el vicio que condena categóricamente, sin que, por lo demás, lo reconozca del todo bajo el disfraz de hechos particulares que aquél revista para entrar en contacto con ella y hacerla sufrir: palabras extrañas, una actitud inexplicable, cierta noche, de determinada persona a la que, por lo demás, tantos motivos tiene para querer (p.159).
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