En estas páginas aparece otro de los grandes momentos de la novela: la sonata para piano y violín de Vinteuil. Swann la escucha en la casa de los Verdurin y queda completamente fascinado. Madame Verdurin aprovecha para hacer una de sus rutinas sobre el tremendo impacto que tiene la música sobre su sensibilidad:
"¡Ah! No, no, ¡mi sonata, no!", gritó la Señora Verdurin., "No me apetece nada pescar, como la última vez, un constipado de cabeza con neuralgias faciales a fuerza de llorar; les agradezco el regalo, pero no quiero volver a empezar, son ustedes pero que muy buenos: ¡cómo se ve que no van a tener que guardar cama ocho días!"
Esta escena, que se renovaba todas las veces que el pianista iba a tocar, encantaba a los amigos tanto como si hubiese sido la primera, como prueba de la seductora originalidad de la "Señora" y de su sensibilidad musical (p.220).
Swann, en realidad, había escuchado la sonata hacía ya un tiempo, sin saber el nombre de la pieza o su compositor. Cuando vuelve a escucharla en la casa de los Verdurin, el momento de alegría y maravilla es análogo al del narrador con la magdalena.
Pero, en determinado momento, hechizado de pronto y sin poder distinguir claramente un contorno, atribuir un nombre a lo que lo deleitaba, había intentado captar la frase o la armonía -que no sabía bien- que pasaba y que -así como ciertos olores de rosas que impregnan el húmedo aire del anochecer tienen la propiedad de dilatarnos las ventanas de la nariz- le había esponjado el alma. Tal vez por no conocer aquella música fuera por lo que pudo experimentar una impresión tan confusa, una de esas impresiones que tal vez sean, sin embargo, las únicas puramente musicales, concentradas, enteramente originales, irreductibles a cualquier otra orden de impresiones (p.223).
Swann pasa a asociar de alguna manera la sonata con su afecto -y posterior obsesión- por Odette; a la vez, cuando se entera de que el copositor de la sonata se llama Vinteuil, de inmediato asume que debe ser
un pariente del profesor de piano de las abuelas del narrador.
"Yo conozco a un Vinteuil", dijo Swann (...)
"Tal vez sea él", exclamó la señora Verdurin.
"¡Oh, no!", respondió Swann riendo. "Si lo hubiera visto usted unos minutos, no se le ocurriría semejante conjetura (...) Pero podría ser un pariente (...) Sería bastante triste, pero, en fin, un genio puede ser prio de un viejo bobo. Si así fuera, confieso que aceptaría cualquier suplicio para que el viejo bobo me presentara al autor de la sonata: el primero de todos el de frecuentar al viejo bobo, que debe ser horroroso". (p.228)
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