El amor de Swann y Odette está íntimamente ligado a las cenas en la casa de los Verdurin. En estas páginas se sigue explorando la rutina de las veladas y más detalles de la percepción de Odette que tiene Swann.
Le gustaba -como todo lo que rodeaba a Odette y era en cierto modo la única forma como él podía verla, hablar con ella- la sociedad de los Verdurin. Allí (...) estaba la presencia de Odette, la visión de Odette, la plática con Odette, cuyo inestimable don hacían los Verdurin a Swann, al invitarlo, y él se encontraba en el "pequeño núcleo" más a gusto que en sitio alguno y procuraba atribuirle méritos reales, pues se imaginaba, así, que, por su gusto, lo frecuentaría toda la vida. (p.62)
Los Verdurin, en cambio, están empezando a cansarse de Swann:
Así, seguramente no había en todo el círculo Verdurin un solo fiel que los estimara -o creyera estimarlos- tanto como Swann. Y, sin embargo, cuando el Sr. Verdurin había dicho que Swann no acababa de hacerle gracia, no se había limitado a expresar su propio pensamiento: había adivinado también el de su mujer. (p.265).
Pronto entra en escena Brichot, un nuevo invitado a las veladas de los Verdurin, que no tiene los reparos de Swann a la hora de hablar de temas "profundos". Dado que esa tendencia de Swann a no sacar a la luz sus conocimientos ni darle a otros la oportunidad de alardear de los suyos (o de generar la apariencia de esa erudición) es una de las razones por la que no cae bien a los Verdurin, pronto Brichot, en contraste con Swann, se convertirá en una especie de nuevo "favorito" de los dueños de casa.
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