lunes, 15 de octubre de 2012

Páginas 47-56

Sigue la cena con Norpois. El narrador, aprovechando la mención a una cena reciente en casa de Swann, le pregunta por su escritor favorito:
"¿Estaba en esa cena un escritor llamado Bergotte, señor embajador?", pregunté yo timidamente (...)
"Sí, allí estaba Bergotte", respondió el Sr. de Norpois, al tiempo que inclinaba la cabeza hacia mí con cortesía (...) "¿Lo conoce usted?", añadió (...)
"Mi hijo no lo conoce, pero lo admira muchísimo", dijo mi madre.
"¡Huy, Dios mio!", dijo el Sr. de Norpois (...) "Yo no comparto ese modo de ver. Bergotte es lo que yo llamo un flautista; por lo demás, toca su instrumento admirablemente -hay que reconocerlo-, aunque con much omanierismo, afectación. Pero, a fin de cuentas, tan sólo es eso, lo que no es gran cosa. Nunca encontraremos en sus obras sin garra lo que podríamos llamar el armazón. Carecen de acción -o es muy poca-, pero sobre todo de fuerza. Sus libros fallan por la base o, mejor dicho, carecen de la menor base. En una época como la nuestra en la que la complejidad cada vez mayor de la vida apenas deja tiempo para leer, en la que el mapa de Europa ha sufrido modificaciones profundas y está en vísperas de sufrir otras aún mayores tal vez (...) convendrán ustedes conmigo en que tenemos derecho a pedir a un escritor que no sea simplemente un hombre culto capaz de hacernos olvidar con consideraciones ociosas y bizantinas sobre méritos puramente formales la posibilidad de vernos invadidos de un instante a otro por una doble ola de bárbaros: los de afuera y los de adentro". (p.51)
El narrador no es capaz de responder. Entendemos perfectamente dónde está parado Norpois en relación a sus gustos literarios, y cabe pensar que el narrador está en las antípodas, pero, a la vez, no se atreve a discutir o carece de argumentos.
Pero Norpois hace algo más que criticar a Bergotte:
"...Ahora comprendo mejor, remitiéndome a su totalmente exagerada admiración de Bergotte, las líneas que me ha enseñado usted antes y que sería muy impropio por mi parte no pasar por alto, puesto que, según ha dicho usted mismo con toda sencillez, eran simples garabateos de niño" (lo había dicho, en efecto, pero no creía ni palabra). "Todo pecado es digno de misericordia, y sobre todo los de juventud (...) Pero en lo que me ha enseñado se ve la mala influencia de Bergotte. Evidentemente, no le extrañaría si le digo que todas sus cualidades estaban ausentes de ese texto, puesto que él ha adquirido maestría en el arte -del todo superficial, por lo demás- de cierto estilo del que a su edad no puede usted contar siquiera con un rudimento... (p.51)
El narrador queda "aterrado" (p.52) y recuerda todos sus reparos y miedos a la hora de pensarse como un escritor:
Me sentía consternado, disminuido, y así como mi inteligencia (...) se había dilatado antes para abarcar las inmensas capacidades del genio, así también había quedado ahora (...) enteramente reducida a la estrecha mediocridad en que el Sr. de Norpois la había recluido y confinado de pronto. (p.53)
Pero Norpois sigue hablando de Bergotte, como si no reparara en la impresión que ha causado en el chico. El narrador, entonces, intenta desviar el tema:
"¿Y estaba en aquella cena la hija de la Sra. Swann?", pregunté yo al Sr. de Norpois, aprovechando un momento en que, al pasar al salón, podía disimular mi emoción con mayor facilidad que en la mesa, inmóvil y bañada de luz.
El Sr. de Norpois pareció buscar un instante en el recuerdo:
"Sí, ¿una joven de catorce o quince años? En efecto, recuerdo que me la presentaron antes de la cena como la hija de nuestro anfitrión (...)"
"Juego con la Srta. Swann en los Campos Elíseos: es deliciosa". (p.54)
Nos enteramos, finalmente, de la edad de Gilberte y, cabe pensar, del narrador. Si pensamos que es probable que Odette hubiese seguido desempeñándose de cortesana ya nacida Gilberte -en tanto aún no se había casado con Swann-, la cronología puede acomodársenos en un 1885-1890, en tanto el episodio de la "dimisión de MacMahon" (páginas 430-439 de Por el camino de Swann) acontecía en 1879, y es posible que para ese entonces, con Odette soltera, Gilberte tuviese, digamos, 4 o 5 años.

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