martes, 6 de noviembre de 2012

Páginas 265-274

El narrador sigue "examinando" a los veraneantes en el hotel de Balbec.
...nada hay (...) que se cultive tan cuidadosamente en la vida de París como las amistades balnearias. Me preocupaba la opinión que podían tener de mí todas aquellas notabilidades momentáneas o locales a las que mi disposición a ponerme en el lugar de las personas y recrear su estado de ánimo me hacía situar (...) en el que debían de considerar suyo y lo era, a decir verdad, en Balbec, donde la ausencia de medida común les atribuía como una superioridad relativa y de interés singular. (p.268)
Su interés pronto se concentra en la familia Stermaria, en particular en la hija, cuya descripción, dosificada a lo largo de estas páginas iniciales de la segunda parte de A la sombra de las muchachas en flor, es magistral:
...me había fijado (...) en su lindo rostro pálido y casi azulado, lo que de particular tenían el porte de su alto talle y sus anderas y que con razón me evocaba su herencia, su educación aristocrática y tanto más claramente cuanto que sabía su nombre: como esos temas expresivos inventados por músicos de genio y qu epintan espléndidamente el centelleo de la llama, el murmurio del río y la paz del campo para los oyentes, quienes, al recorrer previamente el libreto, han orientado su imaginación por la vía idónea. La "raza", al añadir a los encantos de la Srta. de Stermaria la idea de su causa, los volvía más inteligibles, más completos. Los hacía también más deseables, al anunciar que eran poco asequibles, así como un precio elevado aumenta el valor de un objeto que nos ha gustado. Y el tronco hereditario atribuía a su tez, compuesta de esencias escogidas, el sabor de un fruto exótico o de un caldo célebre. (p.268)
La amistad de la abuela del narrador con una aristócrata -la señora de Villeparisis- puede convertirse en la puerta de entrada a la aceptación de todos los huéspedes del hotel; sin embargo,
...si había alguien que viviese más que nadie encerrado en su universo particular, era mi abuela. Si hubiese sabido que me interesaban -y atribuía impotancia a la opinión de- personas cuya existencia ni siquiera advertía ella y cuyo nombre no iba a retener en toda su estancia en Balbec, no me habría despreciado siquiera, no me habría comprendido; no me atrevía a confesarle que, si esas mismas personas la hubieran visto hablar con la Sra. de Villeparisis, me habría complacido mucho, porque sentía yo que la marquesa tenía prestigio en el hotel y su amistad nos habría dado categoría ante el Sr. de Stermaria.... (p.270)
La abuela, lamentablemente, no está interesada siquiera en entablar conversación con la Sra. de Villeparisis, por lo que el plan del narrador deberá esperar. A la vez,
...mientras su padre se había alejado para hablar con el decano, yo miraba a la Srta. de Stermaria. Tanto como la singularidad audaz y siempre hermosa de sus actitudes -como cuando, con los dos codos sobre la mesa, alzaba el vaso por encima de sus dos antebrazos-, la sequedad de una mirada en seguida agotada, la dureza innata, familiar, que se advertía, mal oculta bajo sus inflexiones personales, en el fondo de su voz, y que había chocado a mi abuela, como un muelle atávico al que volvía en cuanto -con un vistazo o una entonación- había acabado de expresar su pensamiento propio, hacía pensar a quien la miraba en el linaje que le había legado aquella insuficiencia de simpatía humana, lagunas de sensibilidad, una falta de amplitud en su ser. Pero en ciertas miradas que pasaban un instante por el fondo, tan pronto seco, de su pupila y en las que se sentía esa dulzura casi humilde atribuida por el gusto predominante del placer sensual a la más altiva, quien no tarda en reconocer tan sólo un prestigio (...) y en cierto matiz de un rosa sensual y vivo que granaba sus pálidas mejillas, igual al que atribuía su rosicler al corazón de los nenúfares blancos del Vivonne, habría permitido fácilmente -me parecía sentir- que yo fuera a buscar en ella el gusto de aquella vida tan poética que llevaba en Bretaña y a la que (...) no parecía atribuir demasiado valor, pero mante´nia, sin embargo, encerrada en su cuerpo. (p.273)


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