domingo, 2 de septiembre de 2012

Páginas 60-69

En estas páginas encontramos un retrato de la tía Léonie y su rutina. La mujer, como ya había quedado claro en páginas anteriores, pasa el día en la cama; buena parte de sus intereses está en lo que ve por la ventana, una suerte de observatorio desde el que observa la vida en Combray. En sus conversaciones con la empleada Françoise, la tía demuestra su gran conocimiento de todo lo que sucede en el pueblo. Cada irrupción en lo "usual" es registrada, así sea la aparición de una niña desconocida o el tamaño inusual de los espárragos que lleva una vecina.
Más adelante comienza una extensa descripción de la iglesia de Combray, que -además de pautar la primera aparición del nombre mágico "Guermantes"- incluye este fragmento fascinante:
...un edificio que ocupaba, podríamos decir, un espacio de cuatro dimensiones -la cuarta sería el tiempo-, que desplegaba a través de los siglos su navío, que -de bovedilla en bovedilla, de capilla en capilla- parecía vencer y franquear no sólo unos metros, sino también épocas sucesivas de las que salía victorioso, ocultando el rudo y feroz siglo IX en el espesor de sus muros... (p.69)
 El espacio contenido por los muros de la iglesia sostiene una relación peculiar con el tiempo; una de sus dimensiones espaciales aparece sustituida por una suerte de espacialización del tiempo: avanzando por una de esas dimensiones nos movemos hacia el pasado. La historia de Francia, entonces, es un objeto espacial emplazado dentro de la iglesia de Combray; la historia de la misma iglesia aparece representada como una cosa tridimensional, coincidente con la iglesia "real". Es posible pensar en esta idea como otra representación de la novela completa, que abarca décadas: una vez más, En busca del tiempo perdido encuentra una metáfora arquitectónica, una iglesia o catedral que abarca momentos sucesivos: una cosa hecha de tiempo. Un observador sentado en algún punto de la nave, además, sería capaz de "ver" todos los tiempos: de ver la sucesión, el devenir, desde "afuera", como si el tiempo hubiese sido superado y cierta eternidad posible accedida. La imagen no es esencialmente diferente a los globos terráqueos con un eje de tiempo imaginario que convoca Stephen Hawking en su clásico Historia del tiempo: un tiempo "tridimensional" del universo, con el Big Bang como polo sur y el hipotético Big Crunch (es decir el concebible final del universo en el que todo vuelve a colapsar en un punto) como polo norte.


1 comentario:

  1. Me acuerdo del dibujito, esas esferas del libro de Hawking. La idea de la catedral y el tiempo me hace acordar a los palacios de la memoria (ver Mateo Ricci y los libros sobre Hannibal Lecter), y cuánto de esos palacios no es estático cuando quizá debería introducirse el tiempo en los caminos de los palacios de la memoria. Por otro lado, Benito Feijoo descreía bastante de estas técnicas mnemotécnicas. En fin, lindo post como siempre!

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