miércoles, 16 de enero de 2013

Páginas 389-398

Oriane, repentinamente, empieza a tratar de otra manera al narrador.
Pero, si bien me sorprendía la modificación que se había producido en ella para conmigo, ¡cuánto más lo hacía ver en mí una mucho mayor para con ella! ¿Acaso no había habido un momento en que yo sólo recuperaba la vida y las fuerzas, si (...) había buscado a alguien gracias al cual me recibiera ella y, después de aquel primer gozo, siguieran muchos otros para mi corazón, cada vez más exigente? La imposibilidad de encontrar algo al respecto había sido la que me había hecho trasladarme a Doncières para ver a Robert de Saint-Loup. Y ahora me sentía agitado por las consecuencias resultantes de una carta de éste, pero en relación con la Sra. de Stermaria y no con la de Guermantes. (p.392)
De inmediato la narración cambia de tema:

Añadamos, para acabar con aquella velada, algo sucedido en ella y desmentido unos días después, que no dejó de asombrarme, me enemistó por un tiempo con Bloch y constituye en sí una de las curiosas contradicciones cuya explicación veremos al comienzo del próximo volumen de esta obra. Así, pues, en casa de la Sra. de Villeparisis, Bloch no cesó de alabarme la expresión de amabilidad del Sr. de Charlus, quien, cuando se lo encontraba en la calle, lo miraba a los ojos como si lo conociese, deseara conocerlo, supiese muy bien quién era. Al principio sonreí, pues Bloch se había expresado con mucha violencia en Balbec sobre el mismo Sr. de Charlus, y pensé simplemente que Bloch, a semejanza de su padre con Bergotte, conocía al barón "sin conocerlo" y lo que consideraba una mirada amable era una distraída, pero, al final, Bloch expresó tantas precisiones y pareció tan seguro de que en dos o tres ocasiones el Sr. de Charlus había querido abordarlo, que, recordando haber hablado de mi amigo al barón, quien precisamente me había hecho -de vuelta de una visita en casa de la Sra. de Villeparisis- diversas preguntas sobre él, supuse que Bloch no mentía, que el Sr. de Charlus se había enterado de su nombre, de que era amigo mío, etc. Por eso, un tiempo después, en el teatro pedí al Sr. de Charlus permiso para presentarle a Bloch y, ante su aquiescencia, fui a buscarlo, pero, en cuanto el Sr. de Charlus lo vio, un asombro al instante reprimido se dibujó en su rostro, en el que quedó substituido por una furia fulgurante. No sólo no ofreció la mano a Bloch, sino que, todas las veces que éste le dirigió la palabra, le respondió con la expresión más insolente y voz irritada e hiriente. De modo que Bloch, quien, según decía, no había recibido hasta entonces sino sonrisas del barón, creyó que yo, en lugar de recomendarlo, lo había hecho quedar mal en la breve conversación en la que, sabedor del gusto del Sr. de Charlus por los protocolos, le había yo hablado de mi amigo antes de llevarlo ante él. Bloch se separó de nosotros, derrengado como quien ha querido montar un caballo listo todo el tiempo para desbocarse o nadar contra las olas que lo rechazan sin cesar hacia los guijarros, y estuvo seis meses sin hablarme. (pp.393-394)
La referencia al "próximo tomo" remite a Sodoma y Gomorra, donde pasará al frente el tema de la homosexualidad, posible explicación -hasta donde sabemos pasados tres cuartos de El lado de Guermantes- para la extraña conducta de Charlus.
El narrador pasa a contarnos sus fantasías con la Sra. de Stermaria, que pronto podrán -o no- ser cumplidas.

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