miércoles, 16 de enero de 2013

Páginas 379-388

a reaparición de Albertina no deja de asombrar al narrador, quien ha encontrado un continente nuevo para explorar:
Por lo demás, las ideas sociales de Albertine eran auténticos disparates. Consideraba a los Simonnet con dos n inferiores no sólo a los Simonet con una sola n, sino también a todas las personas posibles. Que alguien tenga el mismo nombre que nosotros, sin ser de nuestra familia, es una razón poderosa para desdeñarlo. Cierto es que hay excepciones. Puede ocurrir que dos Simonnet (...) intenten, al ver que se llaman igual, averiguar con amabilidad recíproca -y sin resultado- si tienen algún lazo de parentesco, pero se trata de una simple excepción. Muchos hombres son poco honorables, pero lo ignoramos o lo pasamos por alto. Ahora bien, si la homonimia hace que nos entreguen cartas a ellos destinadas, o viceversa, comenzamos sintiendo desconfianza, con frecuencia justificada, respecto de lo que valen. Si nos hablan de ellos, tememos confunsiones, las prevenimos con una mueca de desagrado. Al leer nuestro nombre -que llevan ellos- en el periódico, nos parece que lo han usurpado. Los pecados de los demás miembros del cuerpo social nos resultan indiferentes. Los atribuimos aún más a nuestros homónimos. El odio que sentimos para con los otros Simonnet es tanto mayor cuanto que no es individual, sino que se transmite hereditariamente. (pp.379-380)
Poco después encontramos una interesante alusión a una antigua conversación con la madre del narrador, en la que nos enteramos de que...
...Su vista [la de Oriane de Guermantes] ya no me causaba la menor turbación. Cierto día, mi madre, al decirme -al tiempo que me imponía las manos en la frente (...)-: "No sigas con tus salidas para ver a la Sra. de Guermantes, que eres el hazmerreír de la casa. Por lo demás, ya ves lo malita que está tu abuela, por lo que tienes cosas más serias por hacer que apostarte en el camino de una mujer que se burla de tí", me había despertado de repente (...) de un sueño demasiado largo. El día siguiente había estado dedicado a dar una última despedida a aquella enfermedad, a la que renunciaba... (p.382)

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