jueves, 30 de agosto de 2012

páginas 30-39

Las visitas de Swann tienen una importante consecuencia: la madre del narrador no lo visita en su cuarto para desearle las buenas noches con un beso. La poderosa rutina que se vive en Combray enfrenta esta irrupción; el narrador mueve todos los recursos de su voluntad para pensar que al día siguiente todo volverá a la normalidad y no habrá motivo para preocuparse, pero la ansiedad es más fuerte. Sale a la luz aquí, por supuesto, el tema edípico: el narrador habla del enamorado al que el objeto de su deseo le resulta inaccesible y hace lo imposible por enviarle mensajes, tantas veces sin éxito alguno. Swann, dice, pasó por una situación similar. Esto también apuntala la idea de la historia de Swann como premonición (o "modelo a escala", por seguir una analogía ya usada en esta lectura) de lo que más adelante nos contará el narrador.

...ahora bien, como supe más adelante, una angustia similar fue durante muchos años el tormento de su vida [la de Swann] y tal vez nadie habría podido comprenderme tan bien como él: a él esa angustia que inspira sentir a la persona amada en un lugar del placer en el que no estamos, en el que no podemos reunirnos con ella, se la hizo experimentar el amor, al que está en cierto modo predestinada, por el cual será acaparada, especializada, pero, cuando, como en mi caso, esa angustia ha entrado en nosotros antes de que el amor haya hecho su aparición en nuestra vida, flota entretanto, imprecisa y libre sin destino determinado, al servicio un día de un sentimiento y al siguiente otro: ora de la ternura filial ora de la amistad por un compañero (p.38).

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